En tú alimentación y nutrición la última palabra ¿la tienes tú?
Depende. Depende si hablamos de una persona informada o no, depende de la clase social, depende de la educación y de si llega o no a fin de mes.
Decir que siempre la última palabra la tiene uno mismo en temas de alimentación es aventurarse un poco. Tenemos como ejemplo personas:
- En situación de dependencia.
- Que carecen de la información necesaria.
- Con una renta muy baja que precisan ayudas.
¿Tienes tú la última palabra sobre tu alimentación? Veamos algunos ejemplos:
- Vives en una residencia y la comida la pone un catering con un menú cerrado: puede que no seas tú el que tiene la última palabra.
- Eres una persona de renta baja que necesita ayuda en forma de comida para llegar a fin de mes: puede que quien te proporciona esa ayuda esté condicionando tu salud.
- Si estás ingresada en el hospital y tus familiares no pueden traerte comida, probablemente tu tampoco tengas la última palabra.
- Y, definitivamente, si tienes ocho años y tus padres deciden cada una de tus ingestas, no decides absolutamente nada. Se te impone. Y unos padres desinformados pueden no dar una buena alimentación.
¿Qué problema hay con esto?
Siempre ponemos la responsabilidad en manos de cada sujeto individual cuando la sociedad, la economía y la política también tienen parte de esa culpa.
No quiero decir que el individuo sea un sujeto pasivo y que la culpa la tenga la sociedad, sino que es el conjunto de ambos.
Una madre no da a sus hijos colacao y galletas para desayunar si tiene pleno conocimiento de que eso es insano y de las consecuencias que puede tener en su salud futura. No lo hace pensando que perjudica a sus hijos.
¿La culpa la tiene ella? Sí, pero no. Si la norma no fuese dar colacao y galletas nadie pensaría que son sanos, por otra parte si esta madre se informara no le daría semejante guarrada a sus hijos por las mañanas.
¿Cómo influye la política?
Nuestras decisiones individuales son importantes con respecto a la alimentación. Muchas personas pueden elegir perfectamente qué se llevan a la boca en cada ingesta y condicionar así su salud. Sin embargo, las políticas alimentarias y la verdadera información al consumidor son esenciales.
En el ámbito de la salud, la política decide qué comida se da en los centros de salud y se dan alertas toxicológicas, que ayudan a que no se produzcan enfermedades infecciosas.
En otros países, se ha visto mejora por la introducción de impuestos o sellos de “peligro” en los ultraprocesados, para advertir de que no son productos saludables.
Otro ejemplo del control por las instituciones son los profesionales que están en el sistema nacional de salud. Por ejemplo, no hay dietistas – nutricionistas.
Una población informada podrá elegir libremente.
Se suele decir que la mayor eficiencia se produce al educar a la población para que tome decisiones conscientes. Y estoy de acuerdo, pero me pregunto, ¿Cómo llega la información a una persona con una pésima condición social y económica si no hay dietistas – nutricionistas en sanidad pública?
Muchas veces tu salud depende de tu bolsillo y esto no debería ser así, ya que es un derecho universal. Todos los ciudadanos deberíamos tener acceso a información. Después cada uno decide lo que hacer con ella.
Y sí, divulgar por redes sociales es genial y ayuda a muchísima gente, pero no todo el mundo las tiene y no es lo mismo un consejo general que una consulta. Hay profesionales de la salud que no están especializados en alimentación tratando problemas derivados de esta.
Podemos ver el ejemplo del tabaco: se sabe que MATA y quien lo consume lo hace conociendo sus consecuencias. Las instituciones ponen avisos e impuestos a esta droga. Sin embargo, no pasa lo mismo con la mala alimentación o el consumo de alcohol.
Unos consumidores informados serán libres de elegir, pero si la información que llega al consumidor está sesgada y controlada por lobbies, no lo son.
Si quieres comerte una galleta cómetela. Pero que sepas que por muchos reclamos publicitarios que lleve, va a seguir siendo bollería industrial.